lunes, 10 de diciembre de 2007

EL PUCHERO CANARIO DEL POETA TABARES

Aunque nació en Santa Cruz de Tenerife en 1850, José Tabares Bartlett vivió en La Laguna desde su adolescencia, y allí tuvo su residencia hasta su fallecimiento en 1921. Estuvo bien situado socialmente y ejerció varios cargos oficiales. Sus poesías aparecieron en publicaciones como Revista de Canarias, Gente Nueva y La Ilustración de Canarias, para después ser reunidas en numerosos libros.

Queremos publicar la receta que él nos da en verso , del puchero canario en El Practicón

PUCHERO

Después de recorrido un espacio corto, Febo

se prende la negra hornilla con carbones de haya o brezo.

Se echan seis litro de agua en el puchero,

al caldero, de la vecina tinaja, con los menesteres estos:

Primero, carne de vaca, dos kilos de pierna o pecho;

un argollón de morcilla, tres chorizos, y de puerco,

cinco onzas; de garbanzos de Castilla o conejeros

igual suma; y una dosis de tres de sal (del impuesto).

Y cocidas que hayan sido las partes de lo que expreso

se apartan (así se dice en el canario archipiélago).

Y por la candente boca del atezado caldero

que fervoroso espumaje airado despide a intervalos,

impulsando su cubierta el vapor bulle dentro

cual si Luzbel estuviese metido en aquel infierno

Echase la calabaza (sobre un kilo más o menos),

habichelas, chayotes, ñames, peras y bubangos tiernos;

y cuando haya sazonado el fuego tanto totum revolutum

como lo que dicho llevo,

apártense las verduras para reemplazarla luego

con papas y batatas, cuya cantidad o peso

generalmente consiste, según informes muy ciertos,

de aquellas en cinco libras, las batatas en dos menos.

Témplese entonces, ¿Y cómo? Es sencillísimo hacerlo:

Azafrán, ajos y clavos en el almirez casero

se trituran, se machacan con la manilla de fierro;

y, semejante a una esquila que repica algún chicuelo

en son de chanza, produce el propio repiqueteo.

Del caldo una cucharada se vierte en él, diluyendo

las especias que se arrojan incontinenti al caldero

y allá cuando el sol declina y alumbrar va otro hemisferio

las carnes y las verduras tornan otra vez al fuego.

Unidos los componentes todo por escaso tiempo,

en el caldero hacinados recibe calor de lleno.

Y es de verle tan orondo, pletórico hasta el exceso,

oloroso y humeante como diciendo: Está hecho.

De seguida se coloca el manjar populachero

en anchurosa bandeja, blanca como flor de almendro.

Lo demás, huelga decirlo: se hizo para comerlo,

y se come... ¡Ya se sabe! Con la boca y los cubiertos.

Con el suculento tumbo que resulta del puchero

se agasajan los criados en derrededor del barreño

a la hora de la queda en que tocan a silencio

y los ojos parpadean al influjo de Morfeo.

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