EUGENIO EGEA MOLINA
Personaje popular ligado al carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. Interpretó a Charlot con maestría confiriéndole cualidades propias que se identificaban con su alter ego, granjeándose el cariño y la simpatía de los palmenses.
Los Carnavales de Las Palmas de Gran Canaria tuvieron el honor de contar con un personaje que el pueblo mimó y quiso por sus impresionantes cualidades de bondad, simpatía y carisma; amén de representar a Charlot con grandes dotes de dignidad y maestría.
Su nombre fue Santiago García Díaz, natural de Sta. María de Guía en 1928, de profesión callista como el gustaba denominar, en lugar de podólogo. Derrochó mucha humanidad y alegría, tanto en su profesión como en su vida, lo que le granjeó muchas simpatías y amistades.
De siempre gustó de los carnavales –carnavalero empedernido- y en ellos participó desde temprana edad, aún en época de prohibición. Con el tiempo, y la llegada de los carnavales oficiales en 1976, asume el personaje de Charles Chaplin -año tras año- al que admiraba e interpretaba con maestría, asumiendo sin dificultad su ternura, ironía y bondad.
El sentía el personaje en propia carne, participando de buen grado donde se le requería: galas, actos benéficos, pasacalles…Allí estaba, era omnipresente en los carnavales con su peculiares bombín, pajarita y bastón.
Con su gracioso andar saludaba a todos, se inclinaba caballerosamente ante las señoras o los niños para obsequiarles con caramelos.
Fallece en el año 2001 a los 73 años. Eso si, al finalizar las fiestas carnavaleras, en el mes de marzo. Su entierro es relatado de esta manera por el periodista Santiago Gil:
“…amigo de muchos grancanarios que le acompañaron en uno de los entierros más festivos, surrealistas y curiosos que se hayan visto jamás en Gran Canaria. Cuando Santiago murió, justo un par de días después de haber terminado los carnavales de 2001, se dieron cita en el cementerio de San Lázaro de Las Palmas de Gran Canaria todas las murgas, comparsas y carnavaleros de pro vestidos con sus trajes de gala y con toda la parafernalia festiva, colorista y bullanguera que les acompaña siempre. Lo había pedido mil veces: "quiero que me entierren vestido de Charlot y que mi entierro sea una fiesta llena de carnavaleros con ganas a divertirse. Así fue, y las numerosas personas que acudieron la tarde de aquel domingo de marzo en que lo enterramos pueden dar fe de ello”.
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