Transcurría el año
de 1499, pocos años del final de la conquista de Gran Canaria en nombre de los
Católicos Reyes. En momentos que estos se encontraban embriagados de éxito por
las conquistas y descubrimientos de nuevas tierras, imbuidos en la construcción
de un nuevo estado llamado España.
Muchos años e
intentos fallidos costó la conquista de la isla de Canaria, abortada por los valientes
guerreros indígenas. Desde 1478 en que se instalan los castellanos, en el Real
de las Tres Palmas, hasta 1483, se mantuvo la isla sin tomar. Algunos años
después culminó la conquista de todo el archipiélago con las islas de La Palma
en 1493 y Tenerife en 1496, con mucho esfuerzo por la brava resistencia de sus naturales.
En estos primeros
años de colonización, Gran Canaria era tierra de conquista produciéndose los
repartos territoriales y de agua; desarrollándose una incipiente economía basada en la caña
de azúcar, el oro blanco. Asimilando una nueva cultura en una etapa de mestizaje y
simbiosis.
La isla de Gran
Canaria convertida en trasiego de nuevas gentes, de procedencias y
orígenes diversos. Personas que por fuerza, necesidad o ansias de aventura, embarcarían
rumbo hacia un nuevo mundo de provisión, las Indias.
Arenales hacia 1870. Foto: FEDAC |
En este contexto,
Dña. Rufina Tapia, mujer de elegante porte e inigualable belleza, descendiente
del último rey bimbache[1]
Osinisa e hija del gobernador de El Hierro.
Dña. Rufina, cabalgaba a caballo acompañada de una de sus damas, por la inmensidad de los arenales, desde el Real de Tres Palmas[2] cerca del barranco Guiniguada, hasta la bahía de las Isletas para embarcar rumbo a su isla. Un camino de puro desierto, ladeando la orilla del océano, y a lo largo serpenteado de solitarias palmera y dunas.
Dña. Rufina, cabalgaba a caballo acompañada de una de sus damas, por la inmensidad de los arenales, desde el Real de Tres Palmas[2] cerca del barranco Guiniguada, hasta la bahía de las Isletas para embarcar rumbo a su isla. Un camino de puro desierto, ladeando la orilla del océano, y a lo largo serpenteado de solitarias palmera y dunas.
En sentido inverso,
desde las Isletas al Real, se dirigía el Conde y Señor de la Gomera, don Hernán
Peraza con varios escuderos. A un poco más de medio camino, a la altura de la
ermita de Sta. Catalina[3],
pequeña edificación que había quedado por obra de unos misioneros mallorquines,
años antes de la conquista, única seña humana en aquel desolado
paraje. Al encontrarse ambas comitivas, el Conde se apeó de su caballo y
gentilmente ayudó a Dña. Rita a descabalgarse.
El Conde había oído
hablar de su infinita belleza, pues era motivo de conversación admirada entre
los nobles y palaciegos; pero muy poco se ceñía a la realidad, pues su belleza
superaba las habladurías.
D. Hernán, era
conocido por su crueldad y tiranía, gobernaba su señorío con todo tipo de
despropósitos y desmanes.
Apeada Dña. Rufina,
ayudada caballerosamente por el Conde, estando en suelo firme y, sin darse
cuenta, fue arrastrada violentamente por la fuerza de D. Hernán. De esta forma,
fue llevada hasta el interior de la ermita. Allí, forzada, fue desposeída de sus
ropas; consumando una vil violación.
Algunos años
después, el Conde no perdía mañas en cuanto a sus relaciones con las mujeres y
de las que disponía caprichosamente y con desdén. En estos trasiegos, conoce a
una joven que encandilaba con su belleza, de la que irremisiblemente se enamoró,
llegando a mantener relaciones carnales con la misma.
Esta moza guapa y
lozana que contaba 17 años, no era más ni menos, que hija de Dña. Rita fruto de
aquella violación; por tanto, su propia hija.
NOTA:
Lo narrado está
recreado de una anotación genealógica que hace el Magistral Marrero[4],
desconocemos si fabulado por él o extraído de una fuente verbal o escrita.
Por nuestra parte, hemos
podido averiguar que se trata de una realidad modificada y recreada, posiblemente
inspirada en las leyendas de siglos pasados con idénticos argumentos que
circularon por Europa. Los personajes que se mencionan, así como el contexto, carecen
de una base histórica y documental. Entremezclándose personas que no
coincidieron en tiempo ni espacio.
Como posibles explicaciones
a la nota hallada, pudiera tener su base en las transformaciones que traen
consigo los rumores o el conferir un halo de leyenda a determinadas acciones
acontecidas.
Por lo
que hemos indagado, consideramos que nos encontramos ante una traslación de la
realidad, probablemente fuendamentada en el secuestro y violación de Rufina Tapia por el
portugués Gonzalo Fernández de Saavedra, recogido en el Nobiliario de Canarias[5]
y en un artículo de Álvarez Delgado[6]. Y, en esta mezcla de personajes históricos y acontecimientos, la hija de Gonzalo Fernández de Saavedra y Rufina Tapia, tuvo sus amoríos con el conde Guillén Peraza de Ayala, descendiente de Gonzalo Fernández de Saavedra, y por tanto, su prima; de la que hubo descendencia.
Y es que la realidad, siempre supera la ficción.
Nos pareció llamativo que el autor de la nota escribiera que el conde quedó enamorado y por eso la violó, interpretando y dando como causa una explicación "romántica"; no perdiendo de vista el contexto de la "historia": tiempo y mentalidad.
Y es que la realidad, siempre supera la ficción.
Nos pareció llamativo que el autor de la nota escribiera que el conde quedó enamorado y por eso la violó, interpretando y dando como causa una explicación "romántica"; no perdiendo de vista el contexto de la "historia": tiempo y mentalidad.
Dejamos constancia que
la recreación y redacción es obra de quien esto firma.
[1] Bimbache es el nombre de los indígenas de la isla de
El Hierro.
[2] Embrión de la actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
[3] La ubicación de la misma se situaba en lo que hoy es la C. León y Castillo, a la
altura del hotel Sta. Catalina o parque de Doramas, zona conocida por los
Arenales.
[4] MARRERO MARRERO,
J. Libro de genealogías fol. 17 vto. Manuscrito. Archivo Marrero Marrero en el
Museo Canario.
[5] FERNÁNDEZ
BETHENCOURT, F. (edic. RÉGULO, J.)
Nobiliario de Canarias.
[6] ÁLVAREZ DELGADO, J. Juan
Machín, gran figura histórica de Madera y Canarias. Anuario de Estudios
Atlánticos, nº 7 (1961) pag 133 y ss.
orcid.org/0000-0002-9433-6298
orcid.org/0000-0002-9433-6298
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